LA NUEVA ANORMALIDAD
(YA NO CAMBIO)
Rehúso acostumbrarme.
Me duele, me niego, me resisto.
Será que desde que empecé a conocerme
decidí ser libre.
Elegir…
Jugarme…
Decidí cuándo, cómo y dónde.
A veces con un porque, otras sin razón alguna.
A veces con entusiasmo, con pasión, con ilusiones.
Otras por compromiso, caridad u obligaciones…
También por capricho o satisfacción.
Pero siempre, decidí por mí.
Me hago cargo de los aciertos, los errores y los fracasos.
Nunca lloré lo que he perdido.
Tampoco cuento con lo ganado.
Y apenas y como puedo, disfruto lo cosechado.
Pero siempre y a mi manera.
Porque siempre elegí por mí.
Será que soy de la generación de los ideales.
De la libertad y la rebeldía.
De la edad de la alegría.
De los que íbamos a pescar
y nos bañábamos en el mismo río.
De los que en noche de cartas y abuelos
a la luz de viejos faroles, jugábamos a fabricar historias
y sueños en tecnicolores.
De los del fútbol en los potreros.
De compartir en noches perdidas
amores y despedidas.
Ilusiones y fantasías.
Y en esas noches de esquina…
Hasta las quejas de alguna vecina.
De los que se iban de casa, con un simple:
-Hasta mañana…!!
Y no teníamos ni idea,
de lo que esa noche nos deparaba…
De los que de vuelta a la madrugada,
cuando la cerradura se nos burlaba,
entre retos, risas y amenazas, llegaba Doña María;
y cómplice, la embocaba…
Soy de la edad de la libertad!
De la elección!
De los sustos y las corridas.
De la vida…
Cuando era vida…
Cuándo no se robaba a los pobres.
Ni se torturaban ancianos.
Cuando el vigilante te pateaba el traste, pero también te cuidaba.
Y el maestro te tiraba de la oreja, pero también te educaba.
Donde la piba esperaba el piropo, mientras la vieja te investigaba.
Soy de los clubes y los asados.
De los que tomábamos del pico entre los vagos del barrio.
De los que entre el Whats App y el Video Llamado,
seguimos eligiendo el encuentro; y abrigándonos en abrazos.
Ya sé que todo ha cambiado…
Que nuestra cultura perdió su esencia.
Nuestras costumbres sus enseñanzas.
Y hasta el idioma se fue perdiendo,
entre modismos y extravagancias.
Pero yo no me acostumbro.
Porque tengo un pasado impregnado.
Porque guardo atorrantes amigos
y aquel País que los Viejos,
«nos legaron para cuidarlo».
Es verdad…
Los años nos fueron robando
los encantos de aquel pasado.
Los cafetines y los mercados.
La esquina y los empedrados.
Los paseos por Florida…
Y hasta la Avenida de Mayo…
Y nos cambiaron al turco, al gallego y también al tano
por los chinos y el supermercado!
Y a la palabra comprometida, por las tarjetas de plástico.
Ya no conocemos al cartero,
ni al diariero, ni al que vive al lado.
Y me obligan a usar barbijo,
si quiero pasear un rato.
Que no me arrime a un amigo…!!
Y ni que hablar de un abrazo…!!
Que tengo que mantener distancia,
al salir a dar unos pasos.
Y convertirme en un GPS
para que sepan por donde ando…
¿Y alguien pretende que cambie…?
¿Que acepte este mundo nuevo…?
¿Qué me resigne y me adapte…?
¿Que deje de ser quién era…?
Y pase a ser un Don Nadie…
No pueden pedirme tanto…
Porque eso es pedir que me mate!!
Las masas si se resignan.
Y le llaman adelanto a sentirse vigilados.
A ser presos que andan sueltos,
deprimidos y «gastando».
Y le llaman adaptarse, a ser seres controlados!
¿Y Uds. me piden que cambie?
¿Que acepte entregar mi pasado?
¿Que acepte que todo cambia?
Y que a esta Nueva “Anormalidad»
que provocaron para quedarse,
la llame Normalidad
y complacido me adapte…?
Yo ya no puedo adaptarme.
No podría acostumbrarme.
Yo decidí por mi cuenta.
Y ya soporte muchos cambios.
Pero no puedo cambiar mi esencia.
Ni entregarles así mi alma.
No me pidan imposibles,
que a esta altura,
ya no cambio…
Ignatius Bor.