El Amor y la Fama

 

                                                   EL AMOR Y LA FAMA

 

Al entrar en la suite estaba totalmente agotado, pero feliz. Arrojó el abrigo sobre un sillón que estaba pegado a la puerta. Ya tenía preparado el jacuzzi y todos los regalos estaban acomodados como él lo solicitó sobre la mesa preparada frente al ventanal principal.

–             ¿Le preparo algo para cenar? (Preguntó su asistente).

Lo pensó apenas un instante:

–             No gracias, no tengo apetito. Prepáreme el trago de siempre, acomodame el sillón frente al ventanal y por favor déjeme solo. Ah, alcánzame un vaso y la botella…. Muchas gracias.

–             Como no. Y  gracias a usted.

No había dudas que todos lo apreciaban, no solo por lo gran artista que demostró y se demostró ser, sino porque además, era un gran tipo.

Salió del baño, se sentó en el sillón, observó el color, disfruto su aroma y bebió el primer trago.

La calle estaba desolada, miro la hora, pronto amanecería, pensó.

Varios metros abajo, en la calle, desde la vereda de enfrente y protegiéndose de la intensa garúa, un gato parecía observarlo desde una especie de zaguán.

Parecía decirle burlonamente:

 – Estamos igual. Solos. Solo que yo no necesite ni necesito los mismos lujos, los mismos aplausos, ni los mismos abismos que vos.

Lo ignoro.

Había terminado de conquistar uno de los últimos públicos, o mercados, según se dice hoy, que le quedaban por conquistar.

Por fin esta noche acababa de haber sido reconocido como uno de los más grandes del mundo en lo suyo. Casi el único.

Hoy ya millones de personas lo aclamaban y aplaudían. Lo amaban.

Pero el gato lo miraba con indiferencia, como sobrándolo. Claro, para él todo lo que había logrado no tenía importancia alguna. No tenía valor ni relevancia. No se comparaba con su libertad, ni su independencia.

Ese ser, tan indiferente ante la vida, era como si le estuviera afirmando que más allá del éxito, estaba solo, como él. Y lo peor, es que tenía razón.

Entre tanta fama, dinero y gente que lo aclamaba, estaba solo. Al punto que no tenía con quien compartir este éxito.

Es cierto que sus hermanos, sus primos, sus sobrinos y muchas otras personas allegadas lo mencionaban continuamente y estaban muy orgullosos de él. Como también era cierto que muchos de ellos, vivían de su éxito también.

Su madre ya está muy viejita y muy lejos. Su padre hace años que falleció. Y solo volvía como siempre, como un puñal en la sien, la imagen de aquella muchacha, la única mujer a la que amó. A la que por su carrera perdió un día y que ya jamás olvido.

A los viejos amigos, los de la infancia y de la juventud, a los de siempre, los fue perdiendo por el camino. Algunos se alejaron solos, a otros los alejó él. Algunos por abandono, otros por envidia, algunos por incomprensión, otros por lejanías. Todos fueron desapareciendo también.

No hubo nuevos amigos, de esos que son como hermanos, de esos con los que se compartían los temores, los secretos, el hambre y las necesidades. Con los que se compraban a medias las pizzas y se tomaba de la botella sin limpiar el pico. Con los que se contaban las monedas y se juntaba lo que se conseguía, sin medir quién ponía más, o quien no podía. Con los que no había negocios, ni interés.

Solo cosechó nuevos conocidos, tal vez buenos conocidos, pero con los que generalmente no había mucho de qué hablar.

La garúa se había instalado persistente y comenzaba a querer amanecer. El amigo de enfrente se había marchado y la noche, tan especial, parecía invitarlo, casi obligarlo a reflexionar, a mirar hacia atrás.

Durante la segunda copa, se dio cuenta que ya no se acordaba cuanto hacia que no leía el mismo las cartas que le enviaba su gente, su público. Que ya no las esperaba con aquella ansiedad de los primeros años, cuando empezaba a triunfar, cuando el objetivo era llegar a este escalón final. A esta noche de gloria.

Había olvidado la sensación que producía esperarlas, la ansiedad que lo llevaba a romper esos sobres con la esperanza de encontrar la notica que le devolviera aquellos latidos, los que ya hacía mucho había dejado de sentir.

Miro los regalos, los reviso. Como siempre estaban las cartas ya seleccionadas, abiertas por sus asistentes, algunos libros, medallitas, souvenir y flores. En fin, lo predecible tras cada actuación.

De pronto, mientras se servía la tercera copa y el día triste, pero que empujado por la claridad ya comenzaba a asomar por el ventanal, noto que una carta estaba apoyada junto a uno de los retratos de sus actuaciones. Cerrada.

Siempre guardo la esperanza que le escribiera, por eso daba su nombre y la orden que nadie abriese una carta que viniera con él.

Dejó la copa sobre la mesa. Sus manos temblaban como hojas en el viento. Trato de abrirla con cuidado, pero la ansiedad y la desesperación le hicieron romper el sobre.

Hacía años que no sentía esa inquietud. Esa desesperación.

Era de ella. Y le decía:

 

                       Hacía muchos años que quería escribirte y no me animaba. Espero la recibas, pero más aún, espero que me recuerdes y estas líneas no te sean indiferentes, o peor aún, no te hagan reír.

Para enviarla mentí en casa. Y hasta puse una excusa, como si fuera una adolescente. Eso también me recordó las cosas que adolescentes, debía hacer para encontrarme con vos sin que mis viejos se enteren. Y eso también me recordó lo felices que fuimos en esos años. ¿Te acordás…?

Veo que lograste lo que buscabas, hacer lo que amabas, conocer lugares y gentes, que reconozcan tu talento, ser libre y feliz. Y de verdad que a mí también me pone muy feliz.

Quizá a mi manera y humildemente yo también logré lo que buscaba, una seguridad, una familia estable, hijos y un buen compañero con quien compartirlo todo.

Sabes, mi hijo menor es fanático tuyo. A veces lo observo cuando te imita y parece que hubiese heredado tus genes. Te hace casi igual. Y para mi mal, tiene fotos y un poster tuyo en su habitación. Algo más que no me deja olvidarte.

Te escribo y siento que estoy traicionando a mi esposo. – ¿Qué tonta, no?

Pero qué voy a hacer, siempre fui así.

Solo quería decirte que aprendí que el corazón no se puede controlar. Y que indudablemente siempre fue tuyo, nunca lo pude evitar. Nunca pude olvidarte y nunca lo podre lograr.

Me da vergüenza escribirte, por eso habré tardado tanto en decidirme, pero necesitaba hacerlo y contarte este secreto que siempre guarde conmigo. Por eso al comenzar te dije que esperaba que me recuerdes. Y no te rías…

 

Te deseo lo mejor del mundo. Y que sigan tus éxitos.

Siempre tuya.

 

El ego se disolvía en su angustia, la desesperación y la nostalgia competían con el orgullo. La desazón y la ansiedad lo sacaron de sí. Tenía ganas de gritarse que era un estúpido, de arrojar la copa contra el cristal.

Lloraba y reía sin entender cuál de los dos estados era el real, el dominante. Todo se desvanecía ante él.

Tanto espera que?  Tanto esperarla para qué?

Y justamente esta noche..?

Esta noche como en otras especiales que le toco vivir, un presagio había sobrevolado su espíritu. Pero aunque lo deseaba, nunca hubiese imaginado esta realidad.

De algo estaba seguro, él era un elegido, un tipo muy especial, pero así y todo, la vida no le permitiría volver atrás.

Esta era sin duda la noche más esperada. La mejor noche de su vida. Acababa de consolidar su éxito. Acababa de conquistar todos los públicos inimaginables. Era amado por multitudes.

Pero era quizá también, la noche más triste que le tocaría vivir.

Ahora sabía que ella también lo amaba. Pero todo ese amor era ya tardío e imposible.

Desconsolado en el sillón bebió el último trago. Había amanecido. La garúa era ya casi imperceptible, como una bruma.

Su corazón estaba desolado. El tiempo ya no transcurriria. No había ideas ni inquietudes. Solo pensó en la vieja.

La pregunta que seguiría sería tal vez muy dura y casi incontestable:

–             ¿Y a partir de ahora qué?

Sin dormir, sin afeitarse, sin chofer, sin asistentes, sin nadie. Solo. Como seguramente nunca imaginó terminaría esta noche, salió del hotel en busca de la calle.

Quería caminar. No quería pensar.

 

Salió en busca del único amigo que le interesaba conquistar y quizá el único que en este momento lo podría entender y consolar.

Seguramente no estaba lejos. Seguramente lo encontraría pues andaría por ahí, con su libertad.

Solo le animaba el pensar que realmente era como él….. No vaya a ser cosa que aquel gato, también tuviese un hogar.

 

                                                                                                 Ignatius Bor.

 

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