Psicoanalisis

 

                                                       Psicoanálisis

 

Cuando uno tuvo la suerte de haber vivido, de haber logrado atravesar la línea de los cuarenta y pico o cincuenta años. Haya sido mejor o peor persona, más o menos feliz, aturdido por el éxito, o abrumado por el fracaso. Más tarde o más temprano, en algún momento llega el impiadoso balance existencial.

Esto le sucedió a Norberto, un hombre que después de mucho buscar, un día se encontró ganador y bendecido por un excelente buen pasar. Un hombre al que parecía no faltarle nada para ser feliz…. Nada más que el mismo.

Y fue entonces cuando cansado de éxito, pero confundido de espíritu, decidió buscar ayuda profesional.

Sucedió que al tratar de hablar con su hermano, con ese par de amigos de toda la vida, esos con los quien siempre se podía conversar, ya no lo escuchaban igual. Le cuestionaban actitudes, comportamientos, sintió que ellos se habían quedado en el camino, que no se habían animado a crecer como él. Hasta llego a pensar que en sus concejos u opiniones deslizaban un poquito de envidia sobre su realidad actual.

Por suerte un buen conocido, pero de esos que se encuentran en el mundo del momento presente y llegado gracias a la casualidad, de esos que pululan en el medio en el que se habita, o generalmente en el terreno laboral, le recomendó el suyo. Quien era según le afirmo, un genio aconsejando sobre los conflictos de la espiritualidad.

Justo lo que él estaba necesitando.

 

Un distinguido y recomendado profesional. conocedor, por lo que pudo suponer al observar su consultorio, de la buena pintura, la buena escultura, la buena lectura, el buen tabaco, el buen Whisky y quien entre otras virtudes del tratamiento, le permitió además conocer al famoso y nunca tan bien ponderado reloj de arena. Se diría que había encontrado la puerta que le garantizaría un verdadero y contundente ingreso al éxito espiritual.

Ya en las primeras entrevistas, además de la música tenue y del tan distinguido y suntuoso lugar, la paz de la sesión y algún que otro detalle de glamour y buen gusto, noto con asombro como aquel antiguo reloj parecía correr más rápido que el de agujas, algo que no lo dejaba concentrar muy bien en lo que debía confesar. Y que no le quedaba claro si era por su falta de costumbre, o porque jamás había imaginado que esos granitos de arena que tenía dentro, salieran tan caros.

 

A través de las cesiones fue descubriendo lo adormecidos que estaban sus días. Entendió que era un incomprendido. Que aunque estuviera rodeado de gente, de familia, de amigos y de éxitos, estaba en soledad. Este excelente profesional basado en sus relatos y sus angustias comenzó a ayudarlo a abrir sus ojos, a darse cuenta que todos aquellos que lo rodeaban parecían estar casi confabulados, tal vez inconscientemente pero sin la más mínima mala intención y por diversos motivos, que deberían resolver cada uno de ellos en lo personal, actuaban posible y provisoriamente en su contra.

 

Y así fue descubriendo quienes lo aceptaban por interés, quienes lo adulaban por interés y peor aún, quienes convivían con el solo por interés, e incluso por necesidad.

Se fue soltando en todos los aspectos. Comenzó a ser él. Por primera vez comenzó a preocuparse por él. A reconocerse, a tomar dimensión del valor que él tenía.

Que él era joven y se merecía otra oportunidad. La que todos le habían negado. Le habían usurpado parte de su vida, de sus deseos y sus derechos, abusando casi de su bondadosa personalidad.

Acepto con entereza que se había equivocado. Reconoció que ya no amaba a su esposa y que debía decírselo, porque en definitiva sería para ella lo mejor, es más, lo mejor para todos.

A todo esto el reloj seguía corriendo, pero ya no importaba, él podía confesar todo lo que nunca se había animado a confesar, podía soltarse y soltar todas esas frustraciones y preconceptos contenidos en su interior. Y se había abierto al destino para escuchar por fin lo que nunca había escuchado, lo que debía haber escuchado siempre. Lo que de él debía saber. El reloj ya no solo lo dejaba pensar, lo ayudaba a pensar. Lo incentivaba a imaginar.

El consejero ya se había transformando en un nuevo amigo. Y el reloj ya no era una molestia y mucho menos un gasto, el reloj se había transformado en otra excelente inversión.

 

Comenzó por separarse de su esposa, poner en su lugar a sus hijos y explicarle a toda la familia que en adelante deberían seguí y crecer sin él. Que era otro y que “no quería ser ya nunca más un egoísta”, ni con él ni con los demás.

Una vez quitada la mochila de responsabilidades que El solo se había impuesto en la vida y con las cosas mucho más claras, se animó a comenzar a ser feliz.

Encontró entonces el amor real, el que solo aparece cuando uno está abierto a la realidad. Cuando uno está preparado y decidido a enfrentar cara a cara y sin temores los desafíos de su vida actual. Y restándole importancia a ese accidente mental que nos tratan de imponer, primero con los mandatos y después con el costumbrismo, entendió por fin que la edad no debe ser un auto impedimento para la libre condición espiritual.

Y formo su nueva pareja y fue por más, tuvo su hijo, el de la “madurez”, el de la nueva felicidad.

 

Pero un buen día, o mejor dicho un atardecer de esos de terapia, se encontró que estaba con este nuevo amigo que le había deparad el destino, este profesional que lo escuchaba y lo había ayudado a cambiar su vida, el que le había recomendado su improvisado amigo de aquel momento casual, al que nunca volvió a encontrar. Y noto que habían comenzado a conversar nuevamente de los problemas y frustraciones, pero de los que arrastraba ahora, con su nueva pareja, su nueva casa, su nuevo hijo, sus nuevos amigos del momento, sus nuevos socios y sus otros hijos. En fin, de y con la nueva soledad e incomprensión que lo rodeaba en su nueva actual actualidad.

Resulta que descubrió que “mientras el reloj nunca dejo de facturar”, el volvía a estar como ayer, como cuando comenzó, peor aún que en aquel lugar que había creído superar. Otra vez como al principio del cuento.

Y resulta que ahora el reloj, se había transformado en algo así como un interminable crédito hipotecario de esos que te ofrecen en este bendito país y que nunca se puede saldar; y que te vive persiguiendo renovación tras renovación.

 ¿Una nueva frustración…?

 

De pronto se preguntó si ante este nuevo malestar y esta nueva etapa de la vida no debería comenzar a buscar un nuevo concejero espiritual, ya que este pareciera no haber sido aquella mágica solución que el imagino para salvar definitivamente aquel otro antiguo malestar, que por mucho que doliera, como el Ave Fénix, había vuelto a resucitar.

Volvía a descubrir que nuevamente era un incomprendido, un solitario, que todos estaban contra él, que nuevamente nadie lo entienda. Y que probablemente se debiera volver a separar.

Pero volvía a buscar culpas. Esta vez el que parecía haber fallado… ¿sería su concejero espiritual?

 

¿Observó cuantas veces durante el relato Norberto hablo sobre EL?  ¿Cuantas veces valoro su Él? ¿Qué agradecido estaba a su concejero por haberlo ayudado en su camino hacia su ÉL?

 

Norberto recurrió entonces a su anciano padre y a uno de esos viejos amigo que hacía mucho tiempo creyó que había perdido. De esos con los que supuso que ya no tenían nada que ver con él.

Pero como la vida, gracias a Dios, todos los días se preocupa por seguir enseñándonos algo, Norberto descubrió que la energía del amor real, visceral, nunca muere y ambos encuentros lejos de pasarle facturas o reproches le abrieron sus almas como si las lejanías nunca hubiesen existido, como si los años nunca hubiesen pasado.

Lo que más lo impacto fue cuando uno de esos amigos a los que creyó perdidos y supo subestimar, después de escuchar su desahogo le dijo:

-Norberto, cada persona vive y opina sobre la realidad y la confusión desde el lugar y el tiempo que le pudo haber tocado habitar, no es ni más malo ni más bueno, ni más sabio ni más insensato que el resto. Es solo otra persona con sus valores y sus decadencias, sus aciertos y sus desaciertos. Y solo nosotros podemos escoger como queremos vivir, solo nosotros podemos elegir si debemos seguir “la razón de nuestro cerebro, o la intuición de nuestro corazón”.

             Un consejero así sea el más genial de los maestro, ve y siente inevitablemente         desde y hacia su propio Yo. E incluso sobre su inclinación, teoría u orientación profesional. Y discute permanente e inevitablemente entre su Súper Yo y su Ellos (según ellos mismos). El otro siempre será él. Pero sucede que ese él eres tú. Y por más que te quieran ayudar, siempre eres Tú tu propio universo, a veces completamente diferente al Yo del consejero.

             Como tu hermano, o un amigo, o un padre, que sin dudas te aman y mucho,    siempre cada uno opinará involuntaria e inevitablemente desde su placer, su dolor, su felicidad, su sentimiento, en fin, desde lo que su óptica le permita y lo que le dicte su corazón, pensando que para ti será lo mejor. Pera tuyo es tu destino y tuya debe ser la decisión….

 

Nota del autor:

No considero tener la capacidad ni la idoneidad suficiente para desarrollar un ensayo ni mucho menos un pensamiento sobre el Yo y el El del cuento, pero escribí esta historia porque si considero ser dueño de lo que siento y amigo de mis amigos. Y porque además este drama es real y hasta me animaría a decir que hoy en día es casi cotidiano.

Si bien es cierto que siempre hay factores externos que nos obligan a replantearnos ciertos conceptos, que nos confunden y nos dicen que a veces hay que torcer la ruta para poder continuar, que la experiencia y los desengaños nos lastiman y nos avisan que hay gente que no es la misma y que nos puede dañar, también es cierto que sin cambiar nuestras convicciones, nuestros principios, siempre se puede volver a empezar. Pero para eso tenemos que estar atentos y dispuestos a entender la vida desde el momento mismo en el que la realidad nos comienza a engañar, a alejar de aquella primitiva identidad,  a sentirnos distantes de los amigos de siempre, de los lugares y las calles que nos vieron crecer y tropezar, de la compañera de ruta, de ese ayer que nos hizo vibrar, que nos empieza a dar señales de angustias y de soledades, tal vez espirituales…

Es allí cuando quizá debamos volver a nuestras raíces, a nuestros orígenes, a recordar que y quiénes éramos antes de este hoy. Y mirando para atrás pensar más en la suerte que en la capacidad. Más en el destino que en el esfuerzo, porque fue el destino quien nos dio esa oportunidad llamada salud, que fue ni más ni menos la que nos dejó esforzar.

Si logramos entender la vida que nos tocó en suerte entenderemos que no hay consejeros ni milagros que nos manejen la realidad ni nos indiquen el futuro. Que no somos más que hojas en el viento, que en definitiva solo debemos dejarnos llevar. Y que la humildad, la honestidad y la dignidad son las únicas proteínas que nosotros podemos aportar a nuestra salud experimental.

En lo personal pienso que cuando hemos pasado la raya de la experiencia elemental que bien o mal nos deparo el destino; y si además tenemos la suerte de conservar aún vivos los afectos y el cariño de los que nos han rodeado mientras lo transcurrimos, no hay mejor manera de enfrentar esas lógicas dudas y temores de la edad, que compartiendo y disfrutando de “viejos amigos dispuestos a sacrificar su tiempo con nuestra presencia, que de maravillosos conocidos, o consejeros, dispuestos a invertir su tiempo con nuestro sacrificio”.

Me pregunto si luego de leer esta historia piensan que alguien realmente puede garantizarnos o enseñarnos la manera exitosa e infalible de manejar nuestros malestares mejor que aquellos seres que nos quieren bien, unos buenos libros, unos momentos de reflexión, el silencio y estar atentos a nosotros mismos…?

 

                                                                                                                Ignatius Bor.

 PD.: El reloj no es más que pura ficción..!!

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