Así, Como Un Pajaro

                                                                  

ASÍ, COMO UN PÁJARO

 

 No me atreví, no sé si por respeto, o porque me falto valor,  a preguntarle que sentía hoy.

¿Que era la vida para El de acuerdo a su pasado? ¿Cómo se enfrenta el futuro llegada es edad?

Hacia tanto tiempo que no lo veía que me impresiono su imagen senil, ya impotente y deliberadamente sujeta a la dependencia.

Una profunda angustia se apodero por un instante de mí. Fue ese instante de los interminables pensamientos que nos suceden ante el temor, la impotencia, o que anteceden un final.

Sera que de pronto me imagine a mí mismo en el futuro. Sera quizá por cuanto lo admiraré: y aun lo admiro. Por tanto que dé El aprendí, por tanto que rescate de aquella personalidad adusta e imponente, a la vez que tierna y divertida, noble y honesta.

Siempre independiente y seguro de sí. Con ese gran sentido de la lealtad y aquel sincero respeto por la liberad que solo poseen los grandes hombres.

Así como un pájaro atado solo al amor. Así era El.

Y de pronto me vi yo. Yo que como me enseño, nunca me creo en la cima, ni mucho menos adulador de nadie ni obsecuente. Que aprendía a ser libre como el gorrión, duro como el roble, pero frágil como un papel…. Y sentí temor.

Sentí que estaba ante la presencia desgarradora e impiadosa del tiempo, sonriéndome con sorna y recordándome que contra él nunca podre. Que será al final e indefectiblemente el ganador, el carcelero eterno de nuestra creída libertad. De nuestra torpemente creída existencia.

 

Un sombrero de paja cubría su calva, sus ojos hundidos allá en el final, como detenidos vaya a saber en qué lugar, en qué edad. Sus manos delgadas y desgastadas sostenidas sobre el bastón.

La mirada con un brillo enternecedor perdida entre calles nuevas y edificios inteligentes, enturbiada entre el desquicio de las drogas y la violencia sin control de esta sociedad, desconocida para El. Sin códigos, ni lealtades.

 Sus ojos reflejaban bajo ese brillo el antiguo barrio, de casitas pobres y su solidaridad, con calles de tierra y zanjas anchas. Con los vecinos tomando mate en el umbral. Con los chicos jugando despreocupados, disfrutando aquella permitida inconsciencia que da esa edad.

Un tango sonaba en sus oídos y era como si alucinara entre sus notas verse junto a su amada bailar.

De apoco me fui acercando, con la cautela que exige un encuentro luego de tantos años, y a su edad. Primero le tendí mi mano, pero no pude evitar abrazarlo largo y fuerte y besarlo como cuando era un niño.

Me miro fijo, entrecejeando y asintió con un gesto de aprobación. Me hizo sentir que el tiempo nunca había pasado.

Palmeo mi mano con su otra mano y con un vigente y claro sentido de su realidad, volvió a asombrarme cuando me dijo:

 – Hacia días que te esperaba, no quería marcharme sin verte antes. Ya eres un hombre……

– Espero que hayas aprendido lo que eso significa. A mi edad será muy importante que lo hayas hecho.

– Sabes hijo, no somos muchos los que logramos irnos tranquilos.

– Los que al cerrar los ojos podemos llevarnos el amor, los amigos, los sentimientos, en fin todo lo único realmente bueno y valorado que en esta vida hemos conseguido.

 

Pocos meses después, mientras me encontraba trabajando, recibí la noticia que había fallecido.

Algunos se enfadaron mucho porque no quise ir a su entierro. Pero nunca sabrán lo que fue para mí. Nunca me entenderían.

El con su conducta me enseño muchas cosas, y entre tantas, que el verdadero amor perdura para siempre. Me enseño a pensar, a sentir. Y me dejo una eterna duda que no se si alguna vez podre develar. Un día, mientras charlábamos en el patio de la vieja casa, me pregunto:

¿Sabes a adonde van los pájaros cuando mueren?

No, le dije.

Bueno, si logras vivir dignamente y ganar tu libertad, alguna vez lo sabrás.

Ahora entiendo que él nunca dependió de nadie, que el tiempo jamás lo logro dominar, porque fue el tiempo quien lo debió esperar, desde su primer día. Y hasta tuvo que esperar que el me viera por última vez antes de decidirse a marchar.

Y aun lo deberá seguir esperando, porque él sigue y mientras yo viva, seguirá viviendo dentro de mí. Tal vez por eso ahora encuentro respuesta a aquella pregunta.

Porque está en mi presente, en cada acto de mi existencia. En cada motivo que tengo para decidir qué debo hacer. En cada sonrisa sincera y en cada llanto amargo. En cada secreto y cada silencio. En mis hijas y mi compañera, en mis amigos, en mi amor y mis dudas. En mi sangre.

Porque soy su continuidad, y estará siempre en este independiente orgullo de ser yo mismo. Errado o no. Con razón o sin ella. Pero sabiendo amar, siendo fiel a mis principios,  y si es lo justo y corresponde, sabiéndome disculpar.

Ahora entiendo lo que aquel día con su pregunta me quiso legar. Ahora imagino a dónde van los pájaros cuando mueren; simplemente viajan hacia otro corazón…

Ahora sé adónde van los pájaros al morir.

Ahora sé que un alma noble y llena de amor nunca dejara de volar….

 

                                                                                                      Ignatius Bor.

                                           

Leave a Comment

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos necesarios están marcados *